jueves, 2 de febrero de 2017

JUDIT. INTRODUCCIÓN. ARGUMENTO Y DESARROLLO.

El autor narra con amplitud. Lo que sus viejos maestros concentraban en una o dos páginas, aquí llena dieciséis capítulos. Amplitud no difusa ni pesada, porque el desarrollo es bastante acertado.

No es simplemente un peligro, sino un peligro creciente que se avecina. No es una simple resistencia, sino un islote de resistencia en un mar de rendiciones. La resistencia se apura hasta que va a quebrarse, hasta que es sólo una ciudad, sólo una mujer. Esto estrecha los términos narrativos a la vez que hace culminar la figura de la heroína. La sustentación, que se intensifica desde la salida de Judit hasta su vuelta, es un ejemplo clásico en el género (compárese con los pocos versos de Ehud y Eglón, Jue 3).

El movimiento se detiene en breves pausas narrativas, varias veces con participación de grupos: la primera victoria se festeja con un banquete (cap. 1); preparativos para la campaña (cap. 3); penitencia en Jerusalén (cap. 4); cena y oración (cap. 6); el asedio (7,19), oración de Judit (capítulo 9); los tres días en el campamento (cap. 12); esperando la mañana (14,8).

Acierto personal del narrador es la creación de escenas sugestivas; por ejemplo, el revuelo en el campamento a la llegada de Judit, la admiración de los ancianos, la historia contada a la luz de la hoguera.

El tempo narrativo es más bien dilatado, maestoso. El crecer de intensidad no produce aceleración. Por eso destaca el momento culminante de la muerte de Holoernes, cuando el autor retorna a la clásica velocidad del libro de los Jueces. Lo que en éste era precisión rápida en un contexto de brevedad constante, en el libro de Judit es precisión rápida en un contexto dilatado. El efecto es mayor.

El autor se atiene al orden cronológico, en un proceso lienal. Son excepción la presentación de Judit y la síntesis histórica de Ajior. Dos cambios poco significativos.

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