jueves, 2 de febrero de 2017

JUDIT. CAPÍTULO 4.

Resistencia israelita 

41Cuando los israelitas de Judea se enteraron de lo que Holofernes, generalísimo de Nabucodonosor, rey de Asiria, había hecho a aquellas naciones, saqueando sus templos y entregándolos al pillaje, 2se aterrorizaron, temblando por Jerusalén y el templo de su Dios, 3pues acababan de volver del destierro y hacía poco que el pueblo se había reagrupado en Judea, y ya habían consagrado el ajuar, el altar y el edificio del templo, que habían sido profanados.
4Mandaron aviso por todo el territorio de Samaría: Coná, Bejorón, Belmain, Jericó, Joba, Asora y el valle de Salén. 5Ocuparon las cumbres de los montes más altos, fortificaron las aldeas de aquella sierra e hicieron acoplo de provisiones con vistas a la guerra, pues hacía poco que habían terminado la recolección.
6Joaquín, que era entonces el sumo sacerdote en Jerusalén escribió a los habitantes de Betulia y Betomestain, que queda frente a Esdrelón, ante la llanura cercana a Dotán, 7mandándoles ocupar los puertos de la sierra; por allí pasaba el camino a Judea y era fácil cortar el paso a los invasores, porque el desfiladero era tan estrecho que sólo se podía pasar de dos en dos. 8Los israelitas obedecieron al sumo sacerdote, Joaquín, y al Senado del pueblo, que tenía sus sesiones en Jerusalén.
9Todos los israelitas gritaron fervientemente a Dios, humillándose ante él. 10Ellos y sus mujeres, hijos y ganados, los foasteros, criados y jornaleros, se vistieron de sayal. 14Y los que vivían en Jerusalén, incluso mujeres y niños, se postraron ante el templo, cubierta la cabeza con ceniza, extendiendo el sayal ante el Señor. 12Cubrieron el altar con un sayal y gritaron a una voz, fervientemente, al Dios de Israel, pidiéndole que no entragara sus hijos al pillaje, ni sus mujeres al cautiverio, ni a la destrucción las ciudades que habían heredado, ni el templo a la profanación y las burlas humillantes de los gentiles.
13El Señor acogió su clamor y se fijó en su tribulación. En toda Judea la gente ayunó muchos días seguidos, y también en Jerusalén, ante el templo del Señor todopoderoso. 14El sumo sacerdote, Joaquín, todos los sacerdotes y ministros al servicio del Señor ofrecían el holocausto diario, las ofrendas y dones voluntarios de la gente, ceñidos con sayal 15y con ceniza en turbantes, y gritaban al Señor con todas sus fuerzas para que protegiera a la casa de Israel.

Explicación.

4 El autor nos presenta un Israel unificado, regido por el sumo sacerdote con su Senado; no hay rey, el templo está en pie y ha sido de nuevo consagrado tras una profanación. Todo ello nos lleva a la época de Antioco IV y de Nicanor. Véanse 1 Mac 4,36-61 y a Mac 10,1-8.
La reacción de los israelitas es "a Dios rogando y con el mazo dando". Véase en contraste la invectiva de Isaías en tiempo de Senaquerib (Is 22). Incluso el narrador concede más espacio a los actos cúlticos de expiación y súplica. Aquí podía haber introducido un salmo, pero se contenta con resumir en estilo indirecto algunas de sus cláusulas.

4,2 En el destierro el pueblo aprendió finalmente que el templo no era invulnerable, que no podía ser una cobertura de sus crímenes (cfr. Jr 7,8-11); las promesas al templo, que suenan en varios salmos (Sal 46; 48), se interpretan ya con condiciones.

4,3 "Hacía poco": según Ez 38,8 "al terminar los años invadirán una nación rescatada de la espada, reunida de muchos países en los montes de Israel". "Consagrado" (cfr. 1 Mac 4,36-61).

4,6 El autor toma el nombre del sacerdote de la tradición escrita (Neh 12,10.26). Por primera vez en la narración suena el nombre de Betulia (Baitylua, en griego): imposible identificar esta ciudad misteriosa y decisiva.

El nombre está a caballo entre Betel (= Casa de Dios) y betula (= doncella), título que se atribuye a Jerusalén en Lam 1,15 y 2,13. Pero el relato la distingue expresamente de la capital.

4,7 El "desfiladero" nos recuerda al paso junto a Meguido; si bien Is 10,29 habla de otro desfiladero. No importa mucho porque la geografía del relato es fantástica.

4,8 Esto significa que no hay rey y que el gobierno es sacerdotal.

4,9 "Humillándose": como Ajab, 1 Re 21,29 y Josías 2 Re 22,19.

4,10-12 El modelo más próximo se encuentra en Jl 1,13-14; 2,15-17. También el ganado participa en la penitencia: Jl 1,18; Jon 3,7.

4,13 Aquí, la Vulgata inserta una noticia que encaja muy bien en la narración: "Entonces el sumo sacerdote Eliacín (Joaquín) recorrió todo Israel exhortando así al pueblo: Sabed que el Señor escuchará vuestras súplicas si perseveráis ante él en el ayuno y la oración. Acordaos de Moisés, siervo del Señor: cuando Amalec confiaba en su fuerza y poder, en su ejército y sus escudos, en sus carros y caballería, lo venció no con las armas, sino con devotas plegarias. Así acabarán todos los enemigos de Israel si perseveráis en lo que habéis comenzado".

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