jueves, 2 de febrero de 2017

JUDIT. CAPÍTULO 3.

31Los de Asdod y Ascalón, aterrorizados, despacharon una embajada con esta propuesta de paz:
2-Aquí nos tienes, siervos del emperador Nabucodonosor, postrados ante ti. Haz de nosotros lo que te parezca bien. 3Tienes a tu disposición nuestras alquerías y todo nuestro territorio, los campos de trigo, los rebaños y vacadas, todos los establos de nuestras aldeas; dispón de ellos como gustes. 4Nuestras ciudades y sus habitantes son tus esclavos; avanza hacia ellas en el plan que prefieras.
5Los embajadores se presentaron ante Holofernes y le transmitieron el mensaje. 6Entonces Holofernes bajó con su ejército hacia el litoral, dejó guarniciones en las plazas fuertes y se llevó gente escogida para servicios auxiliares. 7Por toda la región lo recibieron con coronas, danzas y panderos. 8Pero él destruyó sus santuarios, taló los árboles sagrados y se dedicó a exterminar los dioses del país, para que todas las naciones adoraran sólo a Nabucodonosor y todas las tribus lo invocasen como dios, cada una en su lengua.
9Cuando llegó a la vista de Esdrelón, cerca de Dotán, que está frente a la serranía de Judá, 10acampó entre Gabá y Escitópolis, y allí se quedó un mes, reuniendo provisiones para el ejército.

Explicación.

3,1-4 Triple forma de sumisión, comenzando con la presentación (en el original hebreo probablemente hinne) y concluyendo con la entrega total a la voluntad del soberano. Es un acto de vasallaje incondicionado. La enumeración indica una cultura agrícola y pastoril, sin ciudades fortificadas; no se mencionan los puertos, que pueden entenderse incluidos en las ciudades. Recuérdense las órdenes de Jeremías a los embajadores, al rey y al pueblo, acerca de Nabucodonosor: 27,6. La diferencia es que el emperador del presente relato lo considera derecho propio, no concesión divina.
3,8 Esta política de sumisión religiosa puede tener un antecedente parcial en los discursos de Senaquerib: Is 10 y 36,18. Sólo que allí el emperador no se arroga dignidad divina ni exige adoración. Tampoco exigió cosa semajente Nabucodonosor. Tras el personaje de este relato estamos viendo a Antíoco IV Epífanes, según Dn 11,36; véase 2 Mac 9,8.

En la economía del libro, este dato tiene una función particular: la campaña agresiva del enemigo se dirige a destruir la religión patria; no sólo va contra las observancias externas. Entonces, el permiso que recibirá Judit de continuar con sus prácticas religiosas es simplemente una concesión temporal, hasta que se incorpore al palacio del emperador victorioso. El planteamiento es extremo: la vida y la existencia se compran al precio del vasallaje y de la renuncia a la propia religión.

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